jueves, 15 de agosto de 2013

Me encantaría poder seguir poniendo los dedos en el bocadillo, cuando te pedían un mordisco, controlando el tamaño del bocado ajeno. Pero con todo, sin rubor. Y luego decir que es por su bien, y que es desde el cariño. Si.

El dolor es mio, dice un paciente en terapia de grupo. Me pertenece a mi y no lo voy a soltar. Y yo digo lo que pienso y me dicen que soy demagogo.

¿Como puedo decidir cobrar por aconsejar? No se me ocurre nada más soberbio. Sin embargo, creo, que mis aconsejados estan satisfechos, de acuerdo, casi siempre, con el punto de vista que ambos conseguimos llegar. (Fijaros que no he dicho "con mi punto de vista")

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