lunes, 16 de julio de 2012

Y ahora, ¿que digo?

Me encanta mi trabajo. Espero no perder nunca la pasión, por que creo que esto no se puede hacer desde la rutina, desde la sabiduria.

Quizas esa mezcla de pasión e inseguridad, ese no saber si lo podría estar haciendo mejor, sea lo que me mueve a estar siempre buscando el consejo perfecto.

Hay veces que no se que decirle al paciente. Y así, callado, me doy. Sólo te puedo ofrecer mi compañía. Me gustaría llevarmelo a jugar a golf, a pasear, invitarle a cenar a casa.

Si me llevase los pacientes a casa.... Verían que veo la tele, que discuto, a veces, con mi mujer. Que mal educo y mimo en exceso a mi hijo. Que no duermo bien. Que ceno demasiado pesado. Que mantengo conversaciones livianísimas. Que no soy perfecto. Que no soy solo luz. Que quién soy yo para insinuar su camino.

Que pasaría?

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